El 27 de junio de 1880 nacía Helen Keller, una mujer extraordinaria y un verdadero ejemplo de superación.

A los 19 meses, una enfermedad la dejó ciega y sorda, un golpe traumático tanto para ella como para su familia. Sin embargo, su vida cambió a los 7 años cuando comenzó su educación con Anne Sullivan, su maestra y compañera de por vida, quien le enseñó a comunicarse mediante el tacto.

Helen se graduó del Radcliffe College y dedicó su vida a la escritura y al activismo político, luchando por los derechos de las personas con discapacidad, las mujeres, los trabajadores, y contra el racismo y la guerra. Su legado es tan grande que en el Capitolio de Estados Unidos se erigió una estatua en su honor, junto a una bomba de agua, representando el momento en que comprendió su primera palabra: «agua».

Hoy recordamos a Helen Keller con admiración y respeto, y compartimos una de sus frases que define su indomable espíritu: «Soy sólo una persona. Pero aún soy una persona. No puedo hacer todo, pero puedo hacer algo. No voy a rehusar a hacer el ‘algo’ que puedo hacer».